martes, 11 de diciembre de 2007

...de dramas y clases de literatura...


El maestro Ediberto, entre sus múltiples oficios, se desempeño largo tiempo a dar clases particu- lares de literatura.

Su docencia en esta área le permitió cosechar muchos seguidores, que por jóvenes y esperanzados, ansiaban llegar a ser grandes escritores.

Entre todo el material recopilado de Mouri, se encontraron algunos relatos de carácter dramático, que seguramente pertenecieron a sus “discípulos” de cuentistas...

En los documentos originales se puede apreciar la escritura manuscrita de una persona –supuestamente su autor, un alumno- y remarcado, con la letra de nuestro maestro, las correcciones del mismísimo Mouri.

A continuación se podrá apreciar a dos de estos escritos, donde se podrá leer la cuña original de sus autores y las correcciones, del maestro Mouri.

Relato 1

Él era un hombre muy afortunado. Lamentablemente, su mente se la pasaba administrando depresivas palabras y recuerdos no gratos, que a su vez generaban nuevos malos momentos.

Solía recordar su niñez, (cuando ignorante de los acontecimientos) lo feliz que se sentía estar desinformado y desconectado del mundo. Recordaba con gran nitidez las imágenes, como reproducidas en una película, e interpretaba cada palabra que en ese momento, por su corta edad no comprendía.

Tenia una gran memoria. Tanta que llegaba a molestarle.

Explicaba de forma casi poética sus regresiones:”...de niños tenemos la capacidad de no ver la maldad, es como un filtro que nos protege en nuestra etapa de maduración...”. Cuando él decía este tipo de cosas daba a entender, entre líneas, que a medida que el cuerpo crece, el alma desaparece. Lo se porque él me lo dijo.

Cuando me enteré de su muerte me sorprendí, luego pensé, y me di cuenta que todos los que lo conocíamos sabíamos que esto iba a suceder. Nos castigamos pensando en que hubiese sido positivo ayudarlo, pero para cualquier persona es difícil ayudar a alguien que no grita.

Él nos informó de su enfermedad de manera sorpresiva, dijo que solo tenia tres años para vivir. Aunque su precisión y seguridad, así como su tranquilidad, nos pareció sospechosa, tomamos su palabra como verdadera. Sin efectuar pregunta alguna, dejamos que el tiempo cierre nuestras dudas.

Tres años, dijo. (el tiempo fue verdugo, obediente de su predicción) Y exactos tres años fueron los que pasaron desde aquella triste reunión. Fue como una lección para todos. Cada recuerdo de sus actos y palabras parecen una lección. Hasta el terrible acto de matar a su pareja parecería una horrible lección.

Tomo una errada decisión, no hay duda, pero ella lo lastimó demasiado. Él puso en ella su esperanza de vivir. Ella logró ponerle fin a los recuerdos que rondaban en su cabeza. Todo al principio parecía color de rosa, pero al poco tiempo todo eso iba a cambiar.

Tres años atrás descubrió que ella lo engañaba con un allegado a su persona, y temió al pensar que no la recuperaría.

“...solo mi mente y mis recuerdos me ayudan y me lastiman en este letargo en vida...” es una de las frases que recuerdo de uno de sus poemas de sufrimiento.

Se propuso reconquistarla y se impuso un limite de dolor. Cuando me enteré del suicidio me sorprendí, luego al enterarme de la verdad, comprendí todo.

Era un tipo afortunado. Hasta que la conoció. Tres años, dijo…

A veces, es difícil ayudar a alguien que no grita...




Escalones

Después de mirar su rostro ensangrentado en un vidrio roto, se dejo caer apoyando el arma en el suelo húmedo.

La desgracia ya había ocurrido. Se escuchaban gritos de pánico en el lugar, creando un clima verdaderamente insoportable para una persona que podía oír demasiado.

Fue inevitable para él recordar la tranquilidad de su ignorancia (cuando ignorante de los acontecimientos) antes que todo esto ocurriera.

Es verdad que el arrepentimiento sirve para reconocer errores, pero nadie puede negar que es un sentimiento muy cercano a un castigo.

Arrepentirse de matar a una persona es algo que a muchos nos resulta difícil imaginar. Pero el no se arrepintió. Estoy seguro. Tenia la certeza de que había disparado para proteger a otra vida.

Ese día estaba intranquilo. Eran las cuatro de la tarde, cuando de una feroz patada abrió la puerta de su casa dejando pasar a la persona que arruinó su vida. Embebido en alcohol y pasado de pastillas, lo primero que hizo fue buscar a la mujer que supuestamente lo había engañado.

Nadie puede decir o suponer ahora si fue verdaderamente por consecuencia de sus excesos, o por un simple mandato de sus sentimientos.

El caso fue que ella estaba sufriendo. (el tiempo fue verdugo, obediente de su predicción) Viva, pero bañada en lagrimas. Amada, pero desprotegida.

Yo estoy seguro que ella ya no lo amaba. Ella me amaba a mi. Pero yo no la pude proteger. Ni siquiera en ese momento en el que él nos encontró. No había indicios claros, pero si muchos nudos impacientes y difíciles de desatar.

Como quien narra un mal cuento, armó su propio cuento dramático. Rebasado de furia y otros excesos llegó hasta el lugar donde nosotros fundamentábamos su desenlace fatal. Destrozando todo lo que allí nos rodeaba y con un arma que desnudaba de su bolsillo me disparo certeramente. Su mala historia no estaba tan lejos de la realidad. Yo amaba a su mujer. Y él además de lastimarla la desprotegia. De la misma manera, yo no pude protegerla en ese momento. La herida me había dejado inmóvil. Fue este el detonante de otra locura: el me creyó muerto. La desesperación y la certeza de haber matado a su propio hermano lo cegaron por completo. Estiro su brazo armado y amenazante hacia el rostro de ella. No pudo hacerlo. Y se quebró en un llanto insoportable.

El se mató para protegerla. Tal vez fue la única vez que lo hizo. Y la única vez que yo no pude hacerlo.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta que estén acá, son buenísimos